El lento pero hasta ahora imparable crecimiento de los movimientos de los indignados y de los ocupas llama la atención por varias razones.
a)
 Son movimientos sin doctrina preestablecida y no centralizados, que 
brotan en muchos lugares de la indignación a causa de la obscena 
concentración de riqueza frente a las necesidades básicas no satisfechas
 de las mayorías, la falta de empleo digno, la especulación financiera 
sin límites y la destrucción implacable de la naturaleza.
b)
 No son movimientos antigubernamentales, sino que buscan las causas de 
la situación global ante todo en los mecanismos socio-económicos, e 
identifican grupos sociales específicos como sus operadores y 
beneficiarios.
c) No sólo han mencionado la primavera árabe como
 una de sus fuentes de inspiración, sino también a los zapatistas 
chiapanecos, y el más reciente movimiento popular oaxaqueño; a su vez, 
los movimientos estudiantiles chileno y colombiano contra la degradación
 y privatización de la educación superior, y los encuentros del Foro 
Social Mundial van a la par de la actual indignación en movimiento.
Estas
 y otras características de dichos movimientos significan un formidable 
reto para las ciencias sociales académicas. En el Foro Económico de 
Davos, que reúne al margen de cualquier control parlamentario o 
ciudadano anualmente a los principales representantes y operadores del 
desorden mundial establecido, se acaba de proponer 
reinventar el capitalismo. ¿No habrá, mejor, que reinventar la economía, la sociología y demás disciplinas sociales?
¿No se antoja sugerente en este contexto volver los ojos hacia los tres grandes aportes de las ciencias sociales y humanidades latinoamericanas surgidas
 el siglo pasado, cada uno de los cuales combina la denuncia de la 
falsedad de las teorías hegemónicas con la generación de perspectivas 
distintas? La recuperación de estos aportes –largamente opacados por la 
celebración del fin de los grandes relatos y por el culto a la 
globalización y posmodernidad ciegas ante la verdad de la desigualdad 
persistente– no significa regreso ni repetición. Significa asumir 
creativamente una herencia intelectual viva, pero aún no cabalmente 
aclarada, para actuar en contextos teóricos y sociopolíticos diferentes 
de aquellos en que nacieron estos aportes, pero que igualmente condenan a
 la mayoría a una vida encorvada.
• La teoría de la dependencia que hace medio siglo develó el error involuntario o intencional de las estrategias diseñadas para 
superar el atraso, las cuales siguen permeando los planes de desarrollo y las mentalidades orientadas por muchos medios de difusión y programas educativos; frente a ello busca los mecanismos que no a pesar, sino precisamente mediante la cooperación internacional y sus décadas
de desarrollocimentan la miseria, e intenta generar modelos centrados no el crecimiento económico, sino en la vida humana.
• La teología y filosofía de la liberación que,
 más allá de consideraciones particulares de sus seguidores, buscan 
hacer posible la realización de los valores de la libertad, igualdad y 
solidaridad, pero no mediante la exigencia de actos individuales 
finalmente imposibles, sino mediante la denuncia de las estructuras 
causantes de la injusticia global, y mediante la concepción de 
imperativos éticos para transformar a estas últimas.
• La educación popular liberadora que
 se inició con la crítica del sistema educativo, pero que se expandió 
posteriormente hacia muchas otras formas alienantes de la división 
social del conocimiento, y cuyas propuestas implican la reorganización 
completa de la sociedad, sus instituciones y sus formas de ejercer el 
poder, y esto a partir de la conciencia informada y reflexiva de los 
ciudadanos.
El
 rexamen crítico de estos tres enfoques teóricos para entender la 
situación y sondear los potenciales para cambiarla de raíz se encuentra 
desde hace tiempo acompañado, a veces sin saberlo, por otra teoría más 
que no solamente viene del sur, sino del sur del sur: de los pueblos 
indígenas latinoamericanos. La teoría del buen vivir o del 
vivir en plenitud(sumak kawsay, suma qamaña, etcétera) se está haciendo cada vez más presente a escala mundial. Estas formulaciones generadas por diversos pueblos andinos también tienen sus expresiones mexicanas, por ejemplo, cuando al principio de
competenciase le opone el de
compartencia, o cuando se critica la idea de la
sociedad de mercadoy de la
comunidad imaginadadel Estado-nación mediante el modelo contrapuesto de la
organización comunaly la máxima del
mandar obedeciendo.
Común
 es a todas las variantes de la teoría del buen vivir, al igual que a 
las tres perspectivas teóricas anteriores, el que no buscan 
modelos alternativos de desarrollosino
alternativas al desarrollo, o sea, al desarrollo actualmente vigente, donde uno por ciento de la población decide el destino del restante 99 por ciento, donde la salvación de las economías va a la par de la desesperación de millones de personas y de jugosos negocios de bancos y fábricas de armamento, donde como siempre se pretende justificar el sacrificio de los pueblos con la promesa de un futuro distinto del que, empero, nunca disfrutarán, si no lo toman en sus manos hoy.
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