En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle. Gandhi.


domingo, 11 de marzo de 2012

La indignante crisis mundial: perspectivas desde el sur

Esteban Krotz 

 El lento pero hasta ahora imparable crecimiento de los movimientos de los indignados y de los ocupas llama la atención por varias razones.

a) Son movimientos sin doctrina preestablecida y no centralizados, que brotan en muchos lugares de la indignación a causa de la obscena concentración de riqueza frente a las necesidades básicas no satisfechas de las mayorías, la falta de empleo digno, la especulación financiera sin límites y la destrucción implacable de la naturaleza.

b) No son movimientos antigubernamentales, sino que buscan las causas de la situación global ante todo en los mecanismos socio-económicos, e identifican grupos sociales específicos como sus operadores y beneficiarios.

c) No sólo han mencionado la primavera árabe como una de sus fuentes de inspiración, sino también a los zapatistas chiapanecos, y el más reciente movimiento popular oaxaqueño; a su vez, los movimientos estudiantiles chileno y colombiano contra la degradación y privatización de la educación superior, y los encuentros del Foro Social Mundial van a la par de la actual indignación en movimiento.

Estas y otras características de dichos movimientos significan un formidable reto para las ciencias sociales académicas. En el Foro Económico de Davos, que reúne al margen de cualquier control parlamentario o ciudadano anualmente a los principales representantes y operadores del desorden mundial establecido, se acaba de proponer reinventar el capitalismo. ¿No habrá, mejor, que reinventar la economía, la sociología y demás disciplinas sociales?

¿No se antoja sugerente en este contexto volver los ojos hacia los tres grandes aportes de las ciencias sociales y humanidades latinoamericanas surgidas el siglo pasado, cada uno de los cuales combina la denuncia de la falsedad de las teorías hegemónicas con la generación de perspectivas distintas? La recuperación de estos aportes –largamente opacados por la celebración del fin de los grandes relatos y por el culto a la globalización y posmodernidad ciegas ante la verdad de la desigualdad persistente– no significa regreso ni repetición. Significa asumir creativamente una herencia intelectual viva, pero aún no cabalmente aclarada, para actuar en contextos teóricos y sociopolíticos diferentes de aquellos en que nacieron estos aportes, pero que igualmente condenan a la mayoría a una vida encorvada.

• La teoría de la dependencia que hace medio siglo develó el error involuntario o intencional de las estrategias diseñadas para superar el atraso, las cuales siguen permeando los planes de desarrollo y las mentalidades orientadas por muchos medios de difusión y programas educativos; frente a ello busca los mecanismos que no a pesar, sino precisamente mediante la cooperación internacional y sus décadas de desarrollo cimentan la miseria, e intenta generar modelos centrados no el crecimiento económico, sino en la vida humana.

• La teología y filosofía de la liberación que, más allá de consideraciones particulares de sus seguidores, buscan hacer posible la realización de los valores de la libertad, igualdad y solidaridad, pero no mediante la exigencia de actos individuales finalmente imposibles, sino mediante la denuncia de las estructuras causantes de la injusticia global, y mediante la concepción de imperativos éticos para transformar a estas últimas.

• La educación popular liberadora que se inició con la crítica del sistema educativo, pero que se expandió posteriormente hacia muchas otras formas alienantes de la división social del conocimiento, y cuyas propuestas implican la reorganización completa de la sociedad, sus instituciones y sus formas de ejercer el poder, y esto a partir de la conciencia informada y reflexiva de los ciudadanos.

El rexamen crítico de estos tres enfoques teóricos para entender la situación y sondear los potenciales para cambiarla de raíz se encuentra desde hace tiempo acompañado, a veces sin saberlo, por otra teoría más que no solamente viene del sur, sino del sur del sur: de los pueblos indígenas latinoamericanos. La teoría del buen vivir o del vivir en plenitud (sumak kawsay, suma qamaña, etcétera) se está haciendo cada vez más presente a escala mundial. Estas formulaciones generadas por diversos pueblos andinos también tienen sus expresiones mexicanas, por ejemplo, cuando al principio de competencia se le opone el de compartencia, o cuando se critica la idea de la sociedad de mercado y de la comunidad imaginada del Estado-nación mediante el modelo contrapuesto de la organización comunal y la máxima del mandar obedeciendo.

Común es a todas las variantes de la teoría del buen vivir, al igual que a las tres perspectivas teóricas anteriores, el que no buscan modelos alternativos de desarrollo sino alternativas al desarrollo, o sea, al desarrollo actualmente vigente, donde uno por ciento de la población decide el destino del restante 99 por ciento, donde la salvación de las economías va a la par de la desesperación de millones de personas y de jugosos negocios de bancos y fábricas de armamento, donde como siempre se pretende justificar el sacrificio de los pueblos con la promesa de un futuro distinto del que, empero, nunca disfrutarán, si no lo toman en sus manos hoy.

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