by John
Pilger
Global
Research, May 6, 2012
Todos ustedes son terroristas potenciales. No importa que
vivan en Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia u Oriente Medio. La ciudadanía
ha sido abolida de hecho. Cuando usted enciende el ordenador, el Centro
Nacional de Operaciones del Departamento de Seguridad de la Patria de Estados
Unidos puede controlar si teclea no solo “al Qaeda” sino también “maniobras”,
“instrucción”, “oleada” y “organización”, todas ellas palabras proscritas. El
anuncio del gobierno británico de que pretende espiar cada correo electrónico y
llamada de teléfono no es ninguna novedad. La aspiradora satélite conocida con
el nombre de Echelon lo ha estado haciendo durante años. Lo que ha cambiado es
que Estados Unidos ha emprendido un estado de guerra permanente y que un estado
policial está consumiendo la democracia occidental.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
Siguiendo instrucciones de la CIA, en Gran Bretaña
tribunales secretos van a ocuparse de “supuestos terroristas”. El habeas corpus
está desapareciendo. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictaminado que
cinco hombres, entre los que se incluyen tres británicos, pueden ser
extraditados a Estados Unidos aun cuando solo uno de ellos ha sido acusado de
algún crimen. Todos ellos han estado encarcelados durante años según el Tratado
de Extradición de 2003 entre Estados Unidos y Gran Bretaña que se firmó un mes
después de la criminal invasión de Iraq. El Tribunal Europeo había condenado
este tratado debido a que era probable que llevara a un “castigo cruel e
inusual”. Uno de los hombres, Babar Ahmad, recibió una indemnización de 63.000
libras por las 73 heridas que padeció mientras estuvo bajo custodia de la
Policía Metropolitana. La más importante de ellas fue el abuso sexual, la firma
del fascismo. Otro hombre es un esquizofrénico que padeció un colapso mental
total y está en el hospital de seguridad de Broadmoor; en el caso del tercero
existe riesgo de suicidio. Van a la Tierra de la Libertad, junto con el joven
Richard O'Dwyer, que se enfrenta a diez años engrilletado y vestido con un mono
naranja por haber infringido supuestamente el copyright estadounidense en
internet.
Aunque la justicia se politiza y americaniza, estas farsas
judiciales no son atípicas. Confirmando la condena de un estudiante de la
universidad de Londres, Mohammed Gul, por difundir “terrorismo” en internet,
los jueces del Tribunal de Apelación de Londres dictaminaron que los “actos […]
contra las fuerzas armadas de cualquier Estado del mundo, los cuales trataran
de influir en un gobierno y se llevaran a cabo por motivos políticos” eran
ahora crímenes. Llamen al banquillo de los acusados a Thomas Paine, Aung San
Suu Kyi, Nelson Mandela.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
Ahora el pronóstico es claro: el tumor maligno que Norman
Mailer llamó “prefascista” se ha metastatizado. El fiscal general de Estados
Unudos, Eric Holder, defiende el “derecho” de su país a asesinar ciudadanos
estadounidenses. A su protegido, Israel, se le permite dirigir sus armas
nucleares a Irán, que carece de ellas. La masacre de 17 civiles afganos el
pasado 11 de marzo, entre los que se incluían al menos nueve niños y cuatro
mujeres, se atribuye a un soldado estadounidense “que actúa en solitario”. Da
fe de ello el propio presidente Obama, que “había visto un vídeo” y lo
considera una “prueba concluyente”. Una investigación parlamentaria
independiente afgana aporta testigos que dan pruebas detalladas de al menos
veinte soldados, ayudados por un helicóptero, que saquearon sus pueblos,
asesinaros y violaron: un “ataque nocturno” habitual, aunque un poquito más
mortal, de las fuerzas especiales estadounidenses.
Dejando de lado la tecnología de videojuego para asesinar
(la contribución estadounidense a la modernidad), el comportamiento es el
tradicional. Inmersos en una rectitud de cómic, adiestrados pobre o
brutalmente, con frecuencia racistas, obsesos y dirigidos por una clase de
oficiales corruptos, los miembros de las fuerzas estadounidenses transfieren el
homicidio de casa a lugares lejanos cuyas pobres luchas no pueden comprender.
Una nación que se fundó sobre el genocidio de una población originaria nunca
abandona esa costumbre. Vietnam era un “país indio” y sus “ojos rasgados” y sus
“amarillos” iban a ser “liquidados”.
La liquidación de cientos de habitantes, la mayoría de ellos
mujeres y niños, del pueblo vietnamita de My Lai en 1968 también fue un
incidente “aislado” e, irreverentemente, una “tragedia estadounidense” (el
titular de portada del Newsweek ). Solo uno de los 26 hombres juzgados fue
declarado culpable y el presidente Nixon lo dejó libre. My Lai está en la
provincia de Quang Ngai en la que, como aprendí en mi condición de periodista,
se calcula que las tropas estadounidenses mataron a unas 50.000 personas, la
mayoría de ellas en lo que los estadounidenses llamaban “zonas de tiro libre”.
Este fue el modelo de la guerra moderna, el asesinato industrial.
Como Iraq y Libia, Afganistán es un parque temático para los
quienes se benefician de la nueva guerra permanente de Estados Unidos: la OTAN,
las empresas de armamentos y de alta tecnología, los medios de comunicación y
la industria de “seguridad”, cuya lucrativa contaminación es una plaga en la
vida cotidiana. Es irrelevante la conquista o “pacificación” del territorio. Lo
que importa es la pacificación de ustedes, el cultivo de su indiferencia.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
El descenso al totalitarismo tiene sus hitos. Cualquier día
de estos el Tribunal Supremo de Londres decidirá si se extradita a Suecia al
editor de WikiLeaks editor, Julian Assange. Si no se acepta esta última
apelación, el facilitador de que se diga la verdad a una escala épica, al que
no se acusa de ningún crimen, se enfrenta al aislamiento y a interrogatorios sobre
absurdas acusaciones sexuales. Gracias a un acuerdo secreto entre Suecia y
Estados Unidos puede ser entregado en cualquier momento al gulag
estadounidense. En su propio país, Australia, la primera ministra Julia Gillard
ha conspirado con aquellas personas en Washington a las que ella llama sus
“verdaderos compañeros” para asegurarse que su inocente compatriota es apto
para el mono naranja en caso de que lo extraditen a Estados Unidos. En febrero
el gobierno de Julia Gillard redactó una “Enmienda WikiLeaks” al tratado de
extradición entre Australia y Estados Unidos que hace más fácil a sus
“compañeros” echarle mano. Incluso les ha concedido la capacidad de autorizar
registros amparada por [la legislación sobre] libertad de información, para que
se pueda mentir acerca de ello al mundo exterior, como es habitual.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
John Pilger
Texto original en inglés :
Traducido por Beatriz Morales Bastos
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