Vicent Boix
¿Ha escuchado alguna vez la expresión “república
bananera”? Seguro que sí. Incluso la habrá utilizado en algún momento
para referirse jocosamente a una persona, situación o estado, más
propios de un chiste que de la realidad. Ahora bien, lo que tal vez no
sepa es que fue un escritor norteamericano, William Sidney Porter
(O’Henry) quién en 1904 acuñó dicho término en su libro “Cabbages and
kings” (“coles y reyes”).
Su biografía es muy curiosa. William laboró en un banco
hasta que fue acusado de un desfalco. El día antes de su detención huyó
de la justicia y sus huesos recalaron en la caribeña Honduras. Allí pasó
unos años conociendo las peculiaridades y contradicciones tanto de los
nativos como de unos emigrantes -yanquis sobre todo- que en aquellos
lejanos parajes buscaban tejer su particular “sueño americano”. Una
enfermedad de su esposa le obligaría a regresar premeditadamente a su
país donde fue apresado.
La convivencia con criminales de diferente pelaje y su
estancia en Honduras, inspiraron una floreciente carrera literaria que
inició con “coles y reyes”; en donde brillante y sarcásticamente recrea
la vida en el pequeño estado centroamericano. O’Henry fallecería en 1910
sin saber que la influencia de las transnacionales fruteras que
inocente, graciosa y ficticiamente plasmó en su libro, con el paso de
los años se convertiría en una cruel y triste realidad para los países
de la región.
Mientras él estaba encarcelado, en Honduras desembarcó
un compatriota suyo, Sam Zemurray, quién se convertiría en magnate
bananero por antonomasia y líder intelectual del “republicanismo
bananero”. Llegó a controlar cientos de miles de hectáreas de bananos,
medios de transporte, de comunicación, y sus tentáculos se expandieron
por diferentes sectores productivos de varias naciones. Se acercó
sigilosamente a políticos, dictadores y militaroides locales, a los que,
dependiendo de las circunstancias engatusó, presionó, traicionó o tuvo
en nómina. Dos veces de alió con mercenarios para orquestar sendos
golpes de estado y su avaricia por controlar la tierra originó que tres
países tuvieran disputas territoriales. Su trayectoria y visión del
mundo se podría resumir en una frase que solía repetir: “En Honduras un
diputado en más barato que una mula”.
A bote pronto, puede parecer que estos personajes forman
parte del pasado exótico de naciones lejanas. Pero con el reciente
póker de crisis (financiera, económica, ecológica y alimentaria) la
historia parece volver a repetirse, al menos en sus capítulos más
estrambóticos y deleznables.
Se sabe que los precios de la comida han aumentado, como
sin duda crecerá la demanda de alimentos y agrocombustibles en un mundo
que ya soporta a 7000 millones de habitantes. Los fenómenos extremos
asociados al cambio climático (inundaciones, sequías, etc.) están
alterando los patrones productivos agrícolas lo cual genera más
incertidumbre. Y en lugar de buscar luz en este global desaguisado
alimentario, algunos lo que han visto es un gran negocio. Ya se ha
escrito sobre el reciente fenómeno del acaparamiento de tierras, por el
cual inversores y estados han comprado o arrendado grandes superficies
de terrenos especialmente en África, con el objetivo de poder controlar
la producción futura de alimentos y sobre todo de agrocombustibles. Este
acaparamiento ha originado que decenas de miles de personas hayan sido
ya expulsadas de sus tierras y despojadas de sus medios tradicionales de
subsistencia.
Entre toda esta fauna financiera, hay un personaje más
propio de las novelas de O’Henry, pero que además de ser real, aspira
sin complejos a suceder a Zemurray. Se trata de Philippe Heilberg,
presidente de Jarch Capital, un fondo de inversión neoyorquino que está
interesado en arrendar 800.000 hectáreas en Sudán del Sur (el estado más
joven del mundo desde que se independizó en julio de 2011).
En su propia web, Jarch Capital reconoce que apuesta por
las oportunidades de inversión en países débiles de África que pueden
sufrir modificaciones en sus fronteras. Dicho de otra manera, Jarch se
acerca cuidadosamente a las zonas en tensión, permanece a la expectativa
y cuando finaliza el conflicto intenta penetrar para aprovecharse del
nuevo y flagelado escenario político. Así hizo en Sudán del Sur. Primero
estableció contacto con Paulino Matip, militar señalado de numerosas
atrocidades durante la sempiterna guerra civil. Luego esperó los
acontecimientos y ahora tocar recoger los frutos. El militar ya ocupa un
cargo relevante en el nuevo estado y trabaja de intermediario y
“asesor” para Jarch Capital.
Heilberg ha reconocido en los medios que olisqueó el
dinero tras el desmembramiento de la Unión Soviética, y se dijo a sí
mismo que la próxima vez estaría dentro. Ya se alió con personajes de
dudosas credenciales en Etiopía, Nigeria y Somalia. Pero no se
avergüenza. Se ve así mismo como un visionario y sin titubear afirmó en
una revista que “Esto es África (…) Todo es una gran mafia. Yo soy como
un jefe de la mafia.”.
Vicent Boix es Investigador asociado de
la Cátedra “Tierra Ciudadana - Fondation Charles Léopold Mayer”, de la
Universitat Politècnica de València. Autor del libro El parque de las
hamacas. Artículo de la serie “Crisis Agroalimentaria”.
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