Juan Carlos Pérez Salazar
BBC Mundo, Ciudad de México
La huella que James Steele dejó en El Salvador es leve, casi invisible. Quizás apropiada para un experto en lucha de contraguerrilla.
Pero no debería ser así. Según un documental realizado por el diario británico The Guardian y la BBC, esa impronta podrá no ser visible, pero es profunda y sangrienta.
Fue precisamente esa experiencia la que hizo que 18 años después, bajo lo auspicios de Donald Rumsfeld -entonces secretario de Defensa de Estados Unidos- y del general David Petraeus, Steele fuera llevado a Irak a cumplir la misma labor.
Al menos 75.000 civiles murieron durante la guerra civil salvadoreña. En los diez años exactos que han transcurrido desde la invasión a Irak han perecido unas 120 mil personas, contando a 4.400 militares estadounidenses.
El paso por El Salvador
Aunque la guerra civil en El Salvador terminó gracias a un acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), los militares estadounidenses consideraron su intervención como un éxito. Y a la estrategia de contrainsurgencia de Steele se le empezó a conocer internamente como The Salvador Option (la opción salvadoreña).Pese a esto, muy pocos en El Salvador parecen conocer del paso de Steele por su nación.
Las condecoraciones de Steele
Según la biografía de James Steele en el sitio Premiere Speakers Bureau, mientras fue militar recibió las siguientes condecoraciones en Centroamérica:
- Medalla de Oro de El Salvador por Servicios Extraordinarios
- La Orden de Vasco Núñez de Balboa en Panamá
- Medalla de los paracaidistas Salvadoreños.
Esto fue refrendado en 2008 por una filtración de WikiLeaks: el Manual de Contrainsurgencia de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, basado en buena parte en las experiencias de los asesores en el país centroamericano.
Sin embargo, en esos documentos sólo se menciona a Steele de pasada.
Su rastro en los libros
Donde sí se le menciona con detenimiento es en el libro "El Salvador at War: An Oral History of Conflict from the 1979 Insurrection to the Present", publicado en 1989 por el experto en estrategia militar Max G. Manwaring.En el capítulo 15, titulado "Reconociendo la guerra sicológica", el coronel James J. Steele, comandante del Grupo Militar de EE.UU. en El Salvador, toma la primera persona para decir:
"Dentro de las Fuerzas Armadas salvadoreñas hay un interés en operaciones sicológicas y acciones civiles que es mucho mayor que todo lo que vimos en Vietnam. Es una parte integral de lo que estamos haciendo. La idea de conseguir que la gente deserte (de la guerrilla) es ahora central para cada brigada".
Allí también se menciona su participación en al menos una reunión con el entonces presidente salvadoreño José Napoleón Duarte (1984-89) y todo su comando mayor de las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, ningún mando militar salvadoreño de la época (conocidos como de la "tandona", porque en un año se graduaron dos generaciones o "tandas") habla sobre ese tema -o sobre cualquier otro de la guerra civil- desde que en España se abrió un proceso judicial por la matanza de seis sacerdotes jesuitas -más una mujer y una niña- en noviembre de 1989.
Otro libro en el que se nombra a Steele es "Washington's War on Nicaragua", de Holly Sklar.
En la página 343 se dice que James Steele conocía las actividades de Félix Rodríguez y Oliver North, dos figuras claves dentro del escandalo Irán-Contras, cuando el gobierno de estadounidense vendió armas a Irán -país con el que no tenía relaciones desde la revolución islámica- para financiar a los Contras que trataban de derribar al gobierno sandinista.
"Nadie hablaba de eso"
Lo que sí tenían claro los reporteros nativos en esa época es que era un tema vedado.
"Nadie hablaba de eso" dice a BBC Mundo Iván Montecinos, reportero gráfico que trabajó con UPI y AFP y autor del libro No Hay guerra que dure cien años, con fotos de ese período.
"Era informaciones bien confidenciales. Quienes tenían más acceso a los asesores norteamericanos eran los periodistas norteamericanos. Conocían más y eran allegados a la embajada".
"Cuando estuve en UPI tuve acceso como en dos oportunidades. Una fue en una graduación de soldados salvadoreños en la base aérea de Ilopango, y homenajearon a los profesores. Y una vez, como mero de escondidas, yo hice una foto en el cuartel de San Vicente y aparecen varios asesores norteamericanos al final".
Sin embargo, el nombre de James Steele no le dice nada.
"Yanqui hijueputa"
Quién sí vio a los asesores bien de cerca fue María Marta Valladares, conocida en esa época como la comandante Nidia Díaz, una de las fundadoras del FMLN.Mientras le revisaban el uniforme y el armamento "se me acercó el gringo, barbado, me dijo 'hello'. Yo le dije 'yanqui hijueputa' y lo escupí en la cara".
Seis meses estuvo en prisión. "Interrogadores americanos no tuve, sino que eran venezolanos o salvadoreños", asegura a BBC Mundo.
Era tanto el valor de Nidia Díaz para el FMLN, que un comando guerrillero secuestró a una hija del presidente Duarte y la canjeó por ella y otros prisioneros, negociación en la que aparentemente participó James Steele.
Pero ese nombre tampoco le suena a la antigua comandante guerrillera.
El cubano-americano
Félix Rodríguez sí es un nombre que todos reconocen en El Salvador. Este cubano nacionalizado estadounidense es indispensable para entender la historia de la contrainsurgencia en América Latina y el papel jugado en ella por Estados Unidos.Veterano de Vietnam, participó en la invasión de Bahía Cochinos en Cuba, en la captura y muerte del Che Guevara en Bolivia y en las guerras civiles de Centroamérica. Fue allí que conoció a James Steele.
"Yo llegué en febrero del 85 (a El Salvador) y ya él estaba allá. Era el jefe del grupo militar. Todas las embajadas de Estados Unidos tienen un grupo militar y otro de defensa asignado al país. Y él era el jefe del grupo militar", le dice a BBC Mundo.
¿Y qué labores cumplía? "Bueno, él tenía diferentes asesores bajo su mando, de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas. Ellos apoyaban en la ayuda militar a El Salvador, a conseguirles el armamento que les hacía falta, munición, piezas de repuesto".
Rodríguez recuerda a Steele como "una persona extremadamente profesional, muy dedicado a ayudar. Un gran anticomunista".
Ya retirado, Félix Rodríguez vive en Miami con sus recuerdos. Pero de alguna manera sigue en la trinchera.
"Desgraciadamente a Steele lo ligaron mucho a lo de Irán-Contras sin tener realmente esa gran responsabilidad -donde yo sí estuve metido-. Tres veces le dieron el ascenso a general y desgraciamente el senador Harkin (Tom Harkin, demócrata), de extrema izquierda, se opuso. Y no pudo llegar a general por eso".
Sobre las acusaciones de que Steele entrenó escuadrones de la muerte en El Salvador, Félix Rodríguez dice que es "totalmente ridículo".
"Al contrario, la mayor parte de la misión de esta gente era parar ese tipo de cosas y si tenían conocimiento, notificarlo a la embajada. Bueno, la extrema izquierda sabe cómo se pronuncia siempre para jorobar al que ha estado en una posición militar conservadora", expresa rotundo.
Eso no es lo que le dijo a The Guardian y la BBC Celerino Castillo, exagente de la oficina antinarcóticos de EE.UU., DEA, en El Salvador, entre 1984 y 1991: "Cuando supe que James Steele iría a Irak pensé que implementarían allí lo que se conoce como la 'opción salvadoreña' y eso es exactamente lo que sucedió. Me quedé desolado, porque sabía que ocurrirían en Irak las atrocidades que ocurrieron en El Salvador".
Lo que vino después
La aventura salvadoreña no sería la última que James Steele tuvo en Centroamérica.Según ese sitio, Steele fue el punto de contacto entre los militares y el gobierno civil que reemplazó Noriega. Además estuvo a cargo de establecer la nueva fuerza policial.
Y se agrega: "Durante un intento de golpe en 1990, rebeldes que contaban entre sus integrantes a antiguos miembros del ejército de Noriega trataron de secuestrarlo a él y a un pequeño grupo de asesores. Después de una confrontación que duró toda la noche, Jim Steele lideró la fuerza que frustró el golpe de estado y capturó a los rebeldes".
El astillado espejo de la presencia de James Steele en Centroamérica aún no se recompone del todo. Pero su huella es menos tenue de lo que parece.
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