Ya no caben dudas. Todo el mundo lo acepta. El más importante fenómeno económico y social global contemporaneo es la emergencia económica de los países donde vive y trabaja la abrumadora mayoría de la humanidad. Sin embargo, exagerando este fenómeno indiscutible, los banqueros cobran pingües comisiones mientras vienen urdiendo el mayor cuento del tío jamás contado.
Se reconoce asimismo su causa profunda: como dijo Marius Kopplers, presidente de nuestra conocida BHP Billiton, "el PIB y su desarrollo están siendo impulsados por... gente nueva que ingresa a la era industrial moderna... a través de gigantescos procesos de urbanización.”
Sin mayor repercusión fuera del ámbito de la izquierda, el autor de esta nota viene afirmando desde los años 1990 que ésta es la principal lección de la caída del Muro de Berlín: comprobó que del otro lado el comunismo seguía siendo un fantasma pero en su lugar emergieron formidables competidores capitalistas de carne y hueso que a poco andar van a superar a los del lado de acá. La "llamada acumulación originaria del capital," como la denominó Carlos Marx, está alcanzando su clímax a nivel global, modificando por completo el mapa del mundo.
En las altas esferas capitalistas el primero en darse cuenta fue Jim O’Neill, por entonces jefe de estudios del banco de inversiones Goldman-Sachs. En su famoso estudio del 2003 "Soñando con BRICs" acuñó el término y demostró que antes de mediados del siglo, Brasil, Rusia, India y China van a ser cuatro de las cinco mayores economías del mundo. El Financial Times del 17 de enero del 2011 informa que O'Neill, ahora presidente de Goldman Sachs Asset Management, los ha redefinido incluyendo a México, Corea del Sur, Turquía e Indonesia, denominando el grupo ampliado "mercados en crecimiento."
Sin embargo, el diario londinense pone las cosas en su justa dimensión al informar que según cifras del propio O'Neill, hoy México y Corea del Sur representan 1,6 cada uno del Producto Interno Bruto (PIB) global en términos nominales. Turquía e Indonesia valen 1,2 y 1,1 por ciento respectivamente. China es la segunda economía del mundo, con un 9.3 por ciento del PIB global, Brasil, India y Rusia combinados representan un 8 por ciento adicional. Es decir, todos ellos juntos representan un 22.8 por ciento del PIB mundial en términos nominales.
Por contraste, los EE.UU. representan hoy un 23.6 por ciento, es decir, más que todos los "mercados en crecimiento" combinados. Junto a la Unión Europea, ambos suman poco menos de la mitad del PIB mundial. Si se agregan Japón, que representa cerca de un 9 por ciento, Canadá, Suiza, Australia, Nueva Zelandia y otras menores, las economías desarrolladas alcanzan a casi dos tercios del PIB mundial.
Su población, en cambio, alcanza a poco más del 10 por ciento del total. Es decir, el mundo emergente que alberga el 90 por ciento de la humanidad no representa todavía sino un tercio del PIB mundial. Esa es la dura realidad.
Si se miden las economías emergentes en dólares corregidos por paridad de poder de compra, que se denominan dólares "PPP" por su sigla en inglés, la proporción de los emergentes sube a algo más de 40 por ciento del total. Sin embargo, ello es solo un ejercicio analítico, puesto que los países compran y venden en dólares corrientes y no en dólares "PPP," como comprueban cotidianamente cualquier exportador o importador.
Por lo tanto, la proyección del poderío de los países emergentes se basa no en su dimensión actual, mas bien modesta, sino en el hecho que vienen creciendo más rápido que los desarrollados. Impulsados principalmente por la migración masiva de sus campesinos, que todavía constituyen la mayoría de la población e inundan principalmente las mega ciudades que surgen por todos lados en el sur.
Sin embargo, el pobre rendimiento de los primeros se suele exagerar, especialmente en el caso de Japón. Según un artículo de David Pilling en el Financial Times del 6 de enero del 2011, su PIB nominal se encuentra hoy aproximadamente en el mismo nivel que alcanzó en 1991, un hecho impactante que pareciera confirmar la existencia de no una sino dos décadas perdidas en la segunda economía desarrollada más importante. En 1994, la economía de Japón representaba el 17,9 por ciento del PIB global de acuerdo al banco JP Morgan. El año pasado se redujo a la mitad con 8,76 por ciento. Aproximadamente en el mismo período, la porción de Japón en el comercio mundial se redujo aún más, a un 4 por ciento. Su bolsa de comercio continúa reducida a alrededor de un cuarto de su nivel en 1990.
Sin embargo, dice Pilling, el verdadero crecimiento de Japón ha sido enmascarado por deflación y una población estancada. Si se observa el crecimiento real del PIB per cápita - que es lo que a la gente en el país realmente le importa - las cosas aparecen mucho menos obscuras. Según esa medida, de acuerdo a cifras compiladas por Paul Sheard, economista jefe de Nomura, Japón ha crecido a una tasa anual de 0,3 por ciento en los últimos cinco años. Eso no parece demasiado. Sin embargo, EE.UU. ha andado peor, con crecimiento real per cápita de 0,0 por ciento en el mismo período. En la última década, el crecimiento real en el PIB per cápita de Japón y los EE.UU. ha sido de 0,7 por ciento anual. Es necesario retroceder 20 años para que los EE.UU. se comporten mejor - 1,4 por ciento contra 0,8 por ciento. En las dos décadas miserables de Japón, la creación de riqueza en los EE.UU. ha sido superior, pero ni tanto, concluye David Pilling.
Si el crecimiento de los países desarrollados se presenta disminuido, lo contrario ocurre con las economías emergentes. La historia de crecimiento más recurrida ha sido ciertamente la de China. En efecto, como dice el vice premier chino Li Keqiang citado por el Financial Times del 10 de enero del 2011:
"A lo largo de los últimos años, China ha contribuido 10-20 por ciento del crecimiento global. Su contribución el 2009 fue 50 por ciento. Se estima que el 2010 la economía china creció cerca de 10 por ciento y sus ventas minoristas aumentaron un 18,5 por ciento. Al mismo tiempo, la creciente demanda interna ha incrementado las importaciones. Se estima que el 2010 las importaciones chinas pueden superar los 1,39 billones de dólares, las segundas a nivel mundial."
Martin Wolf, recientemente distinguido por la revista Foreign Affairs como el número 37 entre los pensadores más influyentes del mundo y que denomina "Gran Convergencia" el fenómeno comentado, escribe en el Financial Times del 5 de enero del 2010:
"Según datos de Angus Maddison, entre 1980 y 2008, la razón entre el PIB per cápita de China y el de los EE.UU. creció de 6 a 22 por ciento, mientras el de India lo hizo de 5 a 10 por ciento. Cifras de la "base de datos económica total" de la Conference Board, calculadas en una base levemente diferente, indican que dicha razón creció de 3 a 19 por ciento en China y de 3 a 7 por ciento en India, entre fines de los años 1970 y el 2009. Las comparaciones pueden ser imprecisas pero la dirección del cambio no lo es. China se encuentra ahora donde Japón estaba en 1950, relativo a los niveles de EE.UU. en esa época. Sin embargo, su PIB per cápita es mucho mayor en términos absolutos, puesto que los niveles estadounidenses se han triplicado a su vez. Hoy, el PIB real per cápita de China es similar al de Japón de mediados de los años 1960 y Corea a mediados de los años 1980. El de india se encuentra donde Japón estaba a principios de los años 1950 y Corea a inicios de los años 1970."
El fenómeno se ha acentuado durante la reciente crisis, que ha afectado más a las economías desarrolladas que a las emergentes, acortando la distancia entre ellas. En el artículo citado, Wolf menciona que en un importante discurso de noviembre del 2010, Ben Bernanke, Presidente de la Reserva Federal estadounidense, anotaba que en el segundo trimestre del 2010, el PIB real agregado de las economías emergentes era un 41 por ciento superior que a inicios del 2005. Era 70 por ciento superior en china y alrededor de 55 por ciento superior en India. Sin embargo, en las economías desarrolladas, el PIB real fue solo 5 por ciento superior. "Para las economías emergentes, la "gran recesión" fue apenas un blip. Para las economías de altos ingresos, fue calamitosa," concluye Wolf.
Por lo tanto, partiendo de una posición todavía baja, como se ha mostrado, la velocidad en la inevitable "Gran Convergencia" de las economías emergentes dependerá principalmente de que sean capaces de mantener los elevados ritmos de crecimiento de los últimos años. Es en este aspecto donde proyecciones interesadas pueden llegar a las conclusiones más descabelladas.
En lo que respecta a China, por ejemplo, lo más probable es que en algún momento sufra crisis profundas como las que afectaron a Corea y los tigres asiáticos a fines de los años 1990, a Japón a principios de esa década y a los propios EE.UU. en 1929, cuando eran la gran economía emergente de esa época.
Resulta interesante el artículo de Peter Tasker publicado por el financial Times del 11 de enero del 2001. En el mismo se pregunta si China sobrevivirá la actual crisis mejor que las economías desarrolladas y su respuesta es similar a la de Zou en Lai respecto de la importancia histórica de la Revolución Francesa: "todavía es muy temprano para juzgarlo."
Argumenta que a pesar del crecimiento turbocargado de los últimos tres años y el tsunami de capital financiero dirigido hacia allá, los mercados bursátiles chinos están todavía en la mitad de su altura máxima y se ha comportado mucho peor que los otros BRIC e incluso peor que Wall Street, Europa y Japón, desde mediados del 2007. Después de este comportamiento decepcionante - afirma Tasker - las acciones chinas no parecen caras en términos de relación precio-utilidades. Sin embargo, ello puede mover a engaño - continúa - puesto que si esta medida se hace en base al promedio de utilidades de los últimos diez años usando la conocida metodología de Schiller, las acciones chinas resultan casi tan caras como las estadounidenses en la víspera del crash de 1929. En otras palabras, en su opinión, el nivel actual de utilidades es elevado y probablemente insostenible.
Hace un interesante paralelo de China actual con el Japón de los años 1970, cuyo grado de urbanización era de 53 por ciento, parecido al de China hoy si se considera el 45 por ciento de urbanización oficial y los inmigrantes rurales no registrados, que se estiman entre 50 y 140 millones. Según él, lo que cabe esperar en estas condiciones es un prolongado período de fuerte incremento de luchas obreras y participación de los salarios en el producto, lo que deprimiría las utilidades y estancaría el mercado bursátil por un largo período.
La conclusión de Tasker es categórica:
"El cuento acerca de China que ha sido vendido tan habilmente alrededor del mundo no es sino una nueva versión del pensamiento de "nueva era" que ha caracterizado cada manía de inversiones desde la burbuja de los Mares del Sur (en el siglo XVIII) hasta el frenesí "punto com" (de fines de los años 1990)."
El resultado de este "cuento habilmente vendido" resulta bien impresionante. En apenas una década, la capitalización bursátil de los países emergentes ha crecido de menos del 10 por ciento que representaban hasta 1999, a cerca de un tercio del total global en la actualidad, como se aprecia en el cuadro que sigue, elaborado por CENDA en base a www.world-exchanges.org.
ir al cuadro original
La conclusión refuerza la de John Authers del Financial Times en sus ya clásicos comentarios acerca de la crisis mundial, en cuanto a que el burbujazo que afecta las bolsas y momedas de los países emergentes, así como materias primas y alimentos, entre otros activos "parece haber sido un boom especulativo empujado por el optimismo del mundo desarrollado" (ver "Rumbo en medio de la tormenta").
Por cierto, la bolsa y el peso chilenos son las más afectadas del mundo: medida en dólares ha superado en dos veces el valor de PIB, lo cual bate todos los records mundiales y presagia una fuerte caída.
Manuel Riesco
Movimiento Generación 80
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PUBLICADO EL VIERNES 22 DE...
Hace 8 horas
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