Ernesto Carmona
En
febrero 2010, el índice de precio de alimentos de la ONU para la
Agricultura y la Alimentación subió por octavo mes consecutivo, al nivel
más alto desde por lo menos 1990. En consecuencia, desde comienzos de
2010, otros 44 millones de personas se sumaron a los 925 millones que ya
sufrían falta de comida. Si continúa la escalada, esta crisis
alimentaria elevará los hambrientos a 1.000 millones de personas, con
otros 2.000 millones padeciendo “desnutrición oculta” por dietas
inadecuadas, en países pobres de África, Asia y América Latina, escribió
Moberg.
La privación acortará vidas y
afectará mentes jóvenes, golpeando a las poblaciones más vulnerables de
países importadores de alimentos y pobres urbanos de ciudades como El
Cairo, Túnez y Dacca. En los países subdesarrollados, los pobres
destinan a alimentación la mayor parte de su presupuesto doméstico, del
50% al 80%, mientras en Estados Unidos y Europa el término medio es del
10% del ingreso. El alza de los alimentos afecta profundamente los
gastos de los pobres en otras necesidades y gravita en los presupuestos
ya establecidos por los países pobres que intentan proporcionar ayuda
alimentaria a sus ciudadanos.
Algunos de esos
pobres urbanos no se han quedado quietos desde que los precios
comenzaron a subir otra vez. En estos últimos meses agitaron barras de
pan mientras se unían a protestas en Túnez, El Cairo y en otras
ciudades. Su padecimiento concreto de hambre urgente de resolver atizó
más el gran descontento encendido contra regímenes autoritarios,
generando síntomas de revoluciones democráticas, más allá del usual
“amotinamiento por comida”.
Malos tiempos, políticas peores
Pero
además de esos movimientos por la democracia, el mundo también necesita
adoptar un modelo nuevo para que la comida y política agraria prevengan
las futuras crisis alimentarias, que parecen altamente probables si
continúan las condiciones actuales. La causa básica de la crisis en
curso, al igual que hace unos tres años, se debe a políticas
equivocadas, no a malas cosechas ni desastres climáticos. (Y es válido
observar que gran parte de la intensidad de fenómenos de clima inusuales
se explican como resultado del daño ambiental provocado por las
políticas energéticas).
El mal tiempo de
pesadilla del año pasado gravita en el alza sufrida por los precio de
los granos y de los alimentos, de las inundaciones en Sri Lanka,
Paquistán y Australia a las sequías que azotaron desde Rusia y Ucrania a
la Argentina, y ahora a China. Incluso, si fenómenos naturales comunes,
como La Niña en el Pacífico, protagonizaron un papel relevante en la
depresión de las cosechas, ahora el calentamiento del planeta ha
intensificado esos extremos de mal tiempo y cambia los patrones
regionales del clima. Nadie puede culpar al cambio de clima de los
acontecimiento, dijo Raj Patel, profesor de la Universidad de Berkley,
California, y autor de “Stuffed and Starved” (Ahítos y Hambrientos),
pero “ciertamente podemos decir que el cambio de clima es responsable de
exacerbar y causar problemas de mal tiempo más severos”.
En
octubre, el Comité de FAO sobre Seguridad Alimentario del Mundo
concluyó que el cambio de clima afectará en última instancia “al
sustento que da la agricultura, a la seguridad alimentaria y a la manera
de vivir de mil millones de personas”. Los “desastres hidrológicos” de
las últimas décadas han crecido a la tasa del 7,4 por ciento anual, e
incluso más rápidamente durante los años recientes. El estudio FAO
proyecta que el número de gente afectada, la pérdida de tierra
cultivable, la incidencia de parásitos dañinos y en las décadas próximas
crecerá rápidamente el peligro del hambre como resultado del cambio de
clima y “sufrirán” las cosechas y la productividad animal.
El
comité FAO concluyó que el “cambio de clima multiplica las amenazas
existentes y… aumenta la vulnerabilidad… la inseguridad alimentaria”,
especialmente entre las mujeres y los niños. Irónicamente, todo
contribuye al cambio de clima: las prácticas agrícolas industriales,
incluyendo los pesticidas y los fertilizantes, la destinación de nuevas
tierras para explotacion agrícola y el comercio agrícola global.
Mientras
merman las cosechas, la demanda de granos alimenticios aumentó
globalmente sólo en el 1,2% el año pasado, incluso a despecho de una
población en crecimiento, rentas más altas y cambios de gustos
alimentarios en países como China, según el economista Jayati Ghosh, de
la Universidad Jawaharlal Nehru. También pudo haber empujado algo el
alza de los precios la distracción anual del 40% del maíz de Estados
Unidos como combustible biológico, una estrategia insostenible a largo
plazo por una variedad de razones.
Pero el
factor más gravitante en la crisis en curso no es el crecimiento de la
demanda de alimentos, sino la más baja producción. Al mismo tiempo,
actualmente el hambre es un resultado de la pobreza y de la desigualdad,
no de la escasez de comida, concluyó David Moberg en In These Times.
Fuentes:
"La
dieta Hard: With A Vengeance", David Moberg, In These Times, 24/3/11:
http://www.inthesetimes.com/article/7112/diet_hard_with_a_vengeance
http://www.mediafreedominternational.org/2011/04/04/global-food-crisis-expands/
Student Researcher: Aluna Soupholphakdy, Sonoma State University
Faculty Evaluator: Professor Peter Phillips, Sonoma State University
Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno
No hay comentarios:
Publicar un comentario