Frankfurter Allgemeine Zeitung Berlin 2 de noviembre de 2011
Democracia devaluada
        
2 noviembre 2011
Berlin
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Hoy en día, quien desea someter la opinión del 
pueblo a un plebiscito es tildado de amenaza para toda Europa. Éste es 
el mensaje de los mercados, y también el de los políticos desde el 
pasado 31 de octubre, denuncia el redactor jefe del Frankfurter 
Allgemeine Zeitung. 
Dos días, ése es el tiempo que ha durado el sentimiento de 
aparente estabilidad de las élites europeas. Dos días entre la imagen de
 una Merkel matriarcal, a la que todo el mundo miraba, y la de la 
depresión. Un médico podría decirnos de qué se trata: es una patología. 
Podría describirnos hasta qué punto la psique colectiva está enferma, 
hasta qué punto los fantasmas de grandeza y de confianza que ella misma 
engendra son falsos y engañosos.
Consternación en Alemania, en Finlandia, en 
Francia, e incluso en Inglaterra. Consternación sobre los mercados 
financieros y en los bancos, consternación porque el
 primer ministro griego Yorgos Papandreu prevé un referéndum para 
responder a una cuestión decisiva que marcará la suerte que correrá su 
país. 
Este martes [uno de noviembre] hemos podido 
comprobar cómo, minuto a minuto, los banqueros y los políticos esgrimían
 la amenaza de un descalabro bursátil. El mensaje estaba claro: si los 
griegos dicen ‘sí’ es que son idiotas. En cuanto a Papandreu, es un 
ludópata por plantear siquiera el plebiscito. Sin embargo, antes de que 
se acelere la espiral del pánico, sería juicioso tomar una cierta 
distancia para comprender mejor lo que va a ocurrir ante nuestras 
narices. Es el espectáculo de la degeneración de los propios valores que
 se supone antaño encarnaba Europa. 
En los mercados financieros, algunos protagonistas analizan sin pestañear la historia de esta decadencia anunciada. El Daily Telegraph británico
 evoca un chiste que se habría contado en los círculos financieros, y 
evidentemente también en el seno del Gobierno británico: estaría bien 
que una junta militar se hiciese con el poder en Grecia, porque ninguna 
junta militar sabría ser miembro de la UE.
Y Forbes,
 que no es un don nadie en el mundo de las finanzas, lo lleva casi al 
extremo: “Este chiste es aún más triste y amargo teniendo en cuenta que 
sería, en pocas palabras y si nos abstrajésemos del leve problema que 
supondría la transformación de Grecia en una dictadura militar, una 
buena solución para el país”. 
Una pugna de poder entre economía y política
No es necesario "pillar" todos los matices que 
apelan al subconsciente del chiste para comprender que estamos en vías 
de ser testigos de la destrucción masiva de los principios morales 
nacidos en la posguerra, sacrificados en nombre de una instancia 
económica y financiera superior. Tales procesos se desarrollan a 
escondidas, discurren al margen de la consciencia, en ocasiones durante 
décadas, hasta alumbrar una nueva ideología. Siempre ha sido así en las 
fases de incubación de las grandes crisis autoritarias del siglo XX. 
Falta todavía tomar nota de lo que Papandreu ha 
dicho, lo que ha resonado en toda Europa como las divagaciones de un 
demente imprevisible: “La voluntad del pueblo se impondrá sobre 
nosotros”. Si el pueblo rechaza el nuevo acuerdo con la UE, “no se 
adoptará”. Hagamos memoria, hace algunos días en Alemania se oía hablar 
de democracia con referencia a la sanción legislativa impuesta por el 
Tribunal Constitucional y celebrada por todos los partidos. Para que 
fuese posible, hubo incluso que aplazar una cumbre de la UE. Hoy, nada 
de todo eso sirve ya para Grecia. 
¿Qué puede tacharse de insoportable en la 
iniciativa griega? Respuesta: que el primer ministro somete la suerte de
 su país al juicio de su propio pueblo. Tal decisión aterroriza tanto a 
los considerados ciudadanos ahorradores modelo, los alemanes, como a sus
 líderes políticos, pero únicamente porque los mercados financieros 
están atemorizados. Porque a partir de ahora todos son prisioneros de 
las profecías de los mercados, antes incluso de que se manifiesten. 
Papandreu hace lo correcto
Cada vez se hace más evidente que la crisis que 
atraviesa Europa no es un problema pasajero sino la expresión de la 
pugna entre el poder económico y el poder político por la supremacía. 
Éste último ya ha perdido mucho terreno pero las cosas se aceleran hoy 
en día. La incomprensión total que suscita el gesto de Papandreu es 
igualmente una incomprensión del espacio público democrático en sí 
mismo, y de que la democracia tiene un precio que hay que estar 
dispuesto a aceptar. 
¿No vemos que a partir de ahora dejamos los 
procesos democráticos a merced de las agencias de calificación, los 
analistas y otras instituciones bancarias? En estas últimas 24 horas, a 
todos estos actores les han surgido dudas, como si tuviesen algo que 
decir sobre la voluntad del pueblo griego de decidir sobre la suerte que
 van a correr. 
La pretendida racionalidad de los mecanismos 
financieros revela viejos atavismos del subconsciente. El discurso 
consiste en tratar a todo un pueblo de estafadores y de holgazanes 
parece haber desaparecido al mismo tiempo que el nacionalismo. Hoy en 
día somos testigos de un retorno a esa mentalidad que se basa en 
“pruebas de raciocinio”. La deformación del parlamentarismo, sujeta a la
 ley del mercado, no justifica únicamente las decisiones del pueblo en 
cuanto “legislador extraordinario”; en el caso Grecia, obliga a los 
ciudadanos a manifestar su voluntad. Incluso en Alemania, donde los 
diputados que siguen los dictados de su conciencia pueden estar seguros 
de despertar malestar. Lo que le pasó a un diputado alemán en tanto que 
individuo  [en referencia al conservador Wolfgang  Bosbach, aliado de 
Merkel pero que se opone a más rescates], ahora se plantea a escala de 
un país y bien pronto a escala europea. 
Papandreu no está haciendo solamente lo correcto, 
sino que ha mostrado a Europa un camino a seguir. Europa debería hacer 
lo que sea necesario para convencer a los griegos de que su solución es 
la correcta. Para ello, también debería convencerse a sí misma. Para el 
resto de los países europeos tan endeudados como Grecia, se trataría de 
un excelente medio para probar la lucidez y de asegurar el precio que 
están dispuestos a pagar en nombre de una Europa unida.
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