En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle. Gandhi.


miércoles, 6 de julio de 2011

Lavado de cerebro corporativo

Lavado de cerebro corporativo
John Pilger · · · · ·
 
03/07/11
 

Uno de los libros más originales y provocativos de la pasada década es Mentes Disciplinadas de Jeff Schmidt (Rowman & Littlefield). “Una visión crítica de los profesionales asalariados”, dice la cubierta “y el sistema de lavado de cerebro que conforma sus vidas”. Su objeto es la Norteamérica postmoderna pero también es aplicable a Gran Bretaña donde el Estado corporativo ha engendrado una nueva clase de managers americanizados para dirigir los sectores público y privado: los bancos, los principales partidos, corporaciones, comités importantes, la BBC.

Se dice que los profesionales se caracterizan por el mérito y no la ideología. Sin embargo, a pesar de su educación, escribe Schmidt, piensan de manera menos independiente que el no-profesional. Utilizan una jerga corporativa – “modelo”, “actuación”, “objetivos”, “visión estratégica”. En Mentes Disciplinadas, Schmidt argumenta que lo que hace al profesional moderno no es el conocimiento técnico sino la “disciplina ideológica”. Quienes se dedican a la educación superior y los medios de comunicación hacen “trabajo político” pero de forma que no se percibe como política. Hay que oír como un veterano de la BBC describe sinceramente el nirvana de neutralidad al que él o ella han accedido. “Tomar partido” es anatema; y sin embargo el profesional moderno sabe que nunca hay que desafiar la “ideología intrínseca del statu quo”. Lo que importa es la “actitud correcta”.

Un elemento clave de la formación de los profesionales es lo que Schmidt llama “curiosidad asignable”. Los niños son curiosos por naturaleza, pero a medida que se convierten en profesionales aprenden que la curiosidad consiste en una serie de trabajos asignados por otros. Al empezar la formación los estudiantes son optimistas e idealistas. Al final se encuentran “presionados y preocupados” porque se dan cuenta de que “para muchos  el objetivo principal es ser suficientemente recompensado por dejar de lado sus objetivos iniciales”. He encontrado muchos jóvenes, especialmente periodistas incipientes, que se reconocerían en esta descripción. Por muy indirecto que pueda ser su efecto, la primera influencia del manager profesional es el culto político extremo de la adoración del dinero y la desigualdad, conocido como neoliberalismo.

El manager profesional típico es Bob Diamond, el principal directivo del Barclays Bank de Londres, que consiguió una gratificación de 6,5 millones de libras en marzo. Más de 200 managers de Barklays se llevaron en total 554 millones de libras el año pasado. En enero Diamond declaró al comité de Tesorería de los Comunes que “el tiempo de los remordimientos ya se ha terminado”. Se refería al billón de libras de dinero público otorgado sin condiciones a los bancos corruptos por un gobierno laborista cuyo líder, Gordon Brown, había descrito a este tipo de “financieros” como su “inspiración” personal.

Sin Permiso

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