Por Jordi MR
Todos los llamamientos a la calma, todos los mensajes tranquilizadores, todas las declaraciones de buenas intenciones, de que se van a revisar las centrales nucleares, todos… esconden la contundente, dura y dramática ley del máximo beneficio. Fukushima, en pleno corazón del primer mundo, pone de manifiesto que los beneficios de las grandes corporaciones japonesas se comen la salud y la vida de la población a través del ahorro de costes, en este caso en la industria nuclear.
Una de las formas de incrementar la productividad de la fuerza de trabajo es desarrollar las fuentes de energía. La peculiaridad de la energía nuclear es que precisa un alto gasto en seguridad y eso merma su rentabilidad. La radiación en el agua de Tokio duplica los niveles permitidos para niños menores de un año. La radiación en la zona supera en 400 veces los niveles normales. El gobierno japonés recomienda no comer verduras de hoja verde que hayan sido cultivadas en las prefecturas de Fukushima y la vecina Ibaraki por los altos niveles de radiactividad detectados en 11 tipos de hortaliza. El pánico nuclear se ha extendido por Japón a pesar de que el ministerio de sanidad nipón asegure que la radiación no tendrá "efectos inmediatos".
Claro, los efectos se ven con los años en forma de cánceres que nadie podrá demostrar son fruto del desastre actual. No habrá nadie a quien culpar. Toda la radioactividad en los alimentos o el agua que han ingerido los japoneses es fruto de que el tsunami golpeó unas infraestructuras que estaban donde no tenían que estar para ahorrarse el dinero que costaba soterrarlas, como mandan las normas de seguridad en caso de que una central nuclear esté en la costa. ¿O no lo sabían?
El tsunami y la fuga radioactiva de Fukushima han levantado la solidaridad y la preocupación de los pueblos en todo el mundo. Especialmente en el caso de Japón, por su pasado como víctima de la bomba atómica norteamericana, un ejercicio cruel y despiadado por parte de la superpotencia norteamericana para inaugurar la guerra fría con la URSS a costa de la muerte y enfermedad de cientos de miles de japoneses.
Pero también han puesto a la defensiva a las principales oligarquías del planeta que usan la energía nuclear para crear unos más que sospechosos mensajes de seguridad. El envenenamiento nuclear de la población es un crimen de la oligarquía japonesa del que participan todas las demás. Nadie está interesado, excepto algunas voces como la que exponemos en este artículo. No es fruto de una catástrofe natural, no es fruto de un error humano, ni tan siquiera de la gestión corrupta de los directores. Es el delito de buscar el máximo beneficio a costa de la población, difícilmente subsanable con organismo regulador ninguno promovido por la misma industria nuclear.
Entrevista a Yuri Andreyev, exvicedirector del organismo soviético de lucha contra accidentes nucleares. La Vanguardia 19 de marzo
"En Fukushima, el reactor más peligroso es el tres, porque emplea MOX, un combustible de uranio más plutonio que Francia está usando experimentalmente en dos centrales japonesas…
“Chernóbil continúa rodeado de mentiras. El accidente no fue responsabilidad de los operadores de la central, como se dijo, sino un claro defecto de diseño de los reactores RMBK resultado de la economía de costes. Un diseño apropiado de aquellos reactores soviéticos exigía una gran cantidad de circonio, un metal raro, así como todo unlaberinto de tubos, técnicas especiales para la soldadura de circonio, acero inoxidable y enormes cantidades de hormigón. Era un dineral, así que se decidió economizar…
“Uno de los recursos del ahorro fue el de alimentar los reactores con uranio relativamente poco enriquecido, pues el enriquecimiento del uranio es un proceso complicado y costoso. Todo ello incrementó los riesgos y era contrario a las normas de seguridad, pero la supervisión nuclear en la URSS formaba parte del Ministerio de Energía Atómica. Algo parecido pasa hoy con la AIEA, pues la agencia de la ONU depende de la industria nuclear. Las mentiras y secretos de Chernobyl son hoy plenamente actuales en Fukushima...
“Quienes diseñan centrales nucleares están pendientes de dos cosas: seguridad y coste. El problema es que la seguridad cuesta dinero. Si gastas demasiado en ella la central nuclear no es competitiva. El accidente de Three Mile Island es el ejemplo perfecto. Después del accidente se vio que mejorar la seguridad de forma convincente para evitar repeticiones de aquel accidente encarecía tanto las centrales, que perdían todo sentido. Durante treinta años en Estados Unidos no se construyó ni un solo reactor. En Chernobyl todo fue muy complicado pero también tenía que ver con la economía. El académico Rumiantsev demostró que había que cerrar todos los reactores RMBK. Simplemente lo ignoraron. Siempre hay gente interesada en ocultar algo...
“Que se prestan a ceder en seguridad a cambio de consideraciones egoístas. En la URSS por razones de prestigio y el coste del enriquecimiento del uranio, en Japón pura y simplemente por dinero. La localización de las centrales de Japón, junto al mar es la más barata. Los generadores de emergencia no los enterraron y, claro, se inundaron en seguida.... Detrás de todo esto hay corrupción. No tengo pruebas, pero no tardarán mucho en aparecer. ¿Cómo puede diseñarse una central nuclear en una zona de alto riesgo sísmico, al lado del Océano, con los generadores de emergencia en superficie?. Llegó la ola y todo quedó fuera de servicio. No es un error, es un delito...
“Cuando un conductor tiene un accidente él es el único responsable por haber bebido en exceso. En la industria nuclear no hay nada que obedezca a un solo motivo. La sobrecarga de las piscinas es un aspecto. Otro es que el terremoto las vació de agua. Debían contar con tal posibilidad...
“Se acumula el calor. Si no refrigeras, con agua o aire, se pueden producir las situaciones más críticas. Tenemos muy poca información. Japón no la da, la protege. Desconocemos lo más elemental: qué daños ha producido el terremoto en las centrales, qué daños ocasionó el tsunami, qué ocurrió...
“La AIEA no sabe nada. Todo es reservado. Recuerdo la situación con Chernóbil. El primer informe del académico Valeri Legasov, vice director del Instituto Kurchatov, responsable de los diseños, al Politburó y a la AIEA, todo era mentira del mas burdo carácter. La AIEA se lo creyó todo de inmediato, porque los intereses son los mismos.Lo mismo está ocurriendo ahora en Japón. Si informaran la negligencia se haría evidente.
“Se trata de la ausencia de instancias de control independientes. Es un pilar del derecho romano: no se puede ser juez y parte. Es así de básico. En la industria nuclear todo va en la misma cesta. El juez de Chernobyl fue Legasov. Responsabilizó a los operadores de la central, que fueron encarcelados, mientras él continuó libre y aun pretendía que le condecoraran. Un año después del accidente se suicidó, ahorcándose... En la industria nuclear no hay organismos independientes. La misión de la AIEA es contribuir a la extensión de la energía nuclear y todo lo que vaya en contra de ella no lo va a divulgar. No es una conjura, sino la conducta estándar que cabe esperar cuando se pone a la cabra de hortelano.
“Se comprende por qué Francia, repleta de nucleares, está criticando tan duramente a Japón estos días. Si, pero hay más de un motivo. Los reactores no son franceses sino americanos de General Electric. Francia depende críticamente de la energía nuclear. Si arranca un movimiento antinuclear fuerte en Francia, el gobierno quedará en una posición muy delicada. Por eso critican fuertemente a Japón, para dar a entender que algo parecido es impensable en Francia.
Verdad Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario