Las últimas revelaciones del sitio WikiLeaks han puesto a la comunidad internacional, a la diplomacia, al gobierno de los EE UU y al periodismo mismo en un estado de debate, alerta y consternación.
Noam Chomsky
Las  últimas revelaciones del sitio WikiLeaks han  puesto a la comunidad  internacional, a la diplomacia, al gobierno de  los Estados Unidos y al  periodismo mismo en un estado de debate, alerta  y consternación. Aun es  imposible predecir cuáles serán los efectos de  las acciones actuales  (pasadas y futuras) de la enigmática  organización, liderada por el  enigmático ¿periodista? ¿provocador?  ¿activista? ¿hacker? australiano  Julian Assange. 
A  un lado del espectro de opinión se ubican los esperanzados que  marcan  estas acciones como un paso hacia la transparencia en las  maniobras y  acciones de los gobiernos del planeta. En el otro extremo se  ubican los  que acusan a Assange de ser casi un cómplice del terrorismo   internacional; alguien que, lejos de estar cumpliendo un ideal   periodístico, esta poniendo en riesgo las vidas de personas.
Entre  ambas visiones se abre un debate gigantesco para el que la  revista Ñ  Digital convoca a intelectuales y pensadores de distintos  rubros. Este  es el turno de Noam Chomsky, el lingüista más importante  del siglo XX y  uno de los críticos más prolíficos y feroces del gobierno  de su propio  país, los Estados Unidos. Desde su despacho en el  Massachusetts  Institute of Technology, en Cambridge, Massachusetts,  contundente  Chomsky ofreció algunas de sus impresiones iniciales sobre  este tema  que ocupa las tapas de todos los diarios del mundo en estos  días.
-¿Considera  que lo que esta haciendo WikiLeaks es una forma  legítima y ética del  periodismo? ¿Y cuáles serán las consecuencias de  estas revelaciones al  corto y largo plazo?
-Vale  la pena recordar que el secretismo de los gobiernos se trata,   sustancialmente, de la defensa del gobierno contra su propia población. Y   en una sociedad democrática la población tendría que saber qué está   haciendo su gobierno para poder monitorearlo y -de hecho- determinar qué   hace el gobierno. Ahora, hay excepciones con las cuales todos están de   acuerdo, pero en general el caso es así. Yo no he leído todos los   cables, por supuesto, pero de lo que he visto me parece que ilustra la   significancia de este punto: hay cosas en los cables que los gobiernos   no quisieran que su propia población supiera.
Creo que es una forma legítima del periodismo, pero creo que se tomarán medidas severas para bloquearlo.
-¿Lo sorprende el trabajo que esta haciendo WikiLeaks?
-No  es completamente nuevo. Ha habido muchas filtraciones antes -los   Papeles del Pentágono, por ejemplo, en la cual yo participé, fue muy   importante y más sustancial que este último. No me sorprende. Creo que   mientras la accesibilidad a la información aumente con las modalidades   electrónicas habrá más casos similares a este.
-Qué  WikiLeaks eligiera a medios tradicionales para editar y  emitir las  filtraciones en un primer instante, ¿es contradictorio con su  postura  filosófica de apertura?
-Creo  que no. Supongo que lo podrían haber subido directamente a  Internet.  Pero de esa manera circularía solamente dentro de la cultura  de  Internet y no entre un público general.
-¿Cómo están manejando la información los medios estadounidenses?
-Antes  que nada tenemos que tener en cuenta que desde el principio  hay un  mecanismo de filtros muy severo. Entonces, los cables  diplomáticos  mismos proveen al gobierno lo que los diplomáticos quieren  que sepan y  lo que asumen que el gobierno mismo quiere oír. Entonces ya  de entrada  están muy editados, desde el principio.
Por  ejemplo, uno de los cables más incendiarios salidos hasta ahora:  el  rey Saudita llamando por el bombardeo de Irán. Bueno. Eso fue   seleccionado. No sabemos el contexto. Solo tenemos las frases que   eligieron los diplomáticos.
Después  hay una forma de censura mucho más severa que son los títulos  de los  diarios que dicen que los estados árabes están aterrorizados por  Irán y  que quieren que los Estados Unidos hagan algo al respeto. Bueno,  hay  un hecho muy significante escondido en esta cuestión: hay encuestas  de  opinión del occidente árabe. La más reciente fue publicado por el   Brookings Institute el mes pasado -una encuesta muy cuidadosa- que   mostró que en el mundo árabe el 10 por ciento de la población ve a Irán   como una amenaza, mientras que un 80 por ciento ve a los Estados Unidos  e  Israel como una amenaza. Esto no se revela acá [en estas noticias].   Antes que nada, a los diplomáticos no les importa, no les importa la   gente, solo les importan los dictadores. Al Departamento de Estado   tampoco le importa, por las mismas razones, y aparentemente a los medios   tampoco les importa: porque esto es información pública… Y todo esto   refleja un profundo desprecio por la democracia. Y no solo en el   gobierno, también en la cultura intelectual y de los medios. Esto es   otro tipo de selección; selección severa. Y si miras a los otros   documentos publicados ves muchos casos similares.
-¿Estos cables demuestran que la administración de Obama es, en muchas formas, una continuación de la de Bush?
Sí, pero eso ya lo sabíamos.
-¿Tiene algún mensaje esperanzador de cara al futuro?
-Bueno,  mi último libro publicado se llamó Esperanzas y perspectivas  que salió  primero en castellano, porque su origen fue en charlas que di  en  Sudamérica… La parte de esperanza es mayormente sobre Sudamérica.  Creo  que han estado pasando cosas de gran esperanza allí en la última   década. No podemos predecir la historia humana. Pero si miras hacía   atrás puedes encontrar un momento cuando parecía imposible que se   abandonará la esclavitud, o que se permitiría derechos a las mujeres…   Las cosas cambian. Pero cambian si la gente las cambia. No cambian solas   y no cambian gracias a los líderes políticos.
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