FÍJENSE EN EL PERSONAJE DE ESTA FOTOGRAFÍA
Fíjense en el personaje de esta fotografía. Conviene que se queden ustedes con esa mirada lacia, tan poco expresiva, con esa postura de perfil, como si pretendiera esquivar la realidad, como si no quisiera mirar de frente a quien le habla. Observen el contraste entre la mirada imprecisa, casi marchita, y esa garra, en forma de mano, que avanza tan decidida hacia nosotros. Miren bien, porque si uno no fija atentamente la mirada corre el riesgo de creer que está ante un ser humano normal y corriente, de esos que son capaces de proporcionar alegría o felicidad a otros seres humanos.
Pero no se equivoquen ustedes. Las cosas no siempre son lo que parecen. En realidad, este individuo es, simplemente, un símbolo del sistema en el que vivimos. Este personaje es el mismo que negó toda credibilidad a un informe de Hacienda que indicaba que la constructora Ferrovial pagó 5,9 millones de euros para hacerse con obras de las administraciones gobernadas por Convergencia Democrática de Catalunya, el partido del que era Secretario General (despachó el asunto diciendo “No le doy ningún otro valor que ser un informe más”). Todavía pueden leerse en internet titulares de prensa en los que se escribe “El caso Palau empezó con Felipe Puig” ( http://politica.e- noticies.es/el-caso-palau-empezo-con-felip-puig-41999.html ). Recuerden este nombre: Felipe Puig.
Felipe Puig es un político de larga trayectoria, un todoterreno, un hombre orquesta. Ha sido consejero de Política Territorial y Obras Públicas de la Generalitat de Cataluña, portavoz del Gobierno catalán, consejero delegado y presidente del Consejo de Administración de la empresa ADIGSA, consejero de Medio Ambiente de la Generalitat, Director general de Servicios Comunitarios del Departamento de Bienestar Social de la Generalitat de Cataluña. Y ahora es el consejero de Interior de esa misma Generalitat de Cataluña. Como ven ustedes, decir Felipe Puig es decir polivalencia; más que eso, es, simplemente, omnisciencia, sabiduría absoluta. No cabe duda de que nos encontramos ante un ser extraordinario.
Qué ironía: Felipe Puig fue responsable de Bienestar. Precisamente este hombre, que ha dicho: Los Mossos d’Esquadra actúan bajo los principios de oportunidad, de proporcionalidad, de congruencia y además con raciocinio, con prudencia y con cautela. Y lo ha dicho justo instantes después de que internet se inunde con las imágenes de la brutalidad policial de los agentes que él manda. ¿Cómo es posible que el cerebro de un ser humano entienda que el raciocinio se aplica con porras, que la prudencia exige sangre de descontentos y que la oportunidad es descargar la rabia y la violencia sobre quien, simplemente, considera la realidad como manifiestamente mejorable? Este hombre habla no el español, ni el inglés, ni el catalán. Pronuncia con toda claridad el lenguaje orwelliano: la guerra es la paz. Felipe Puig, responsable del Malestar.
Escribo estas líneas el mismo día en que la principal organización defensora de los Derechos Humanos, Amnistía Internacional, cumple 50 años. Y recuerdo lo que dice el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
¿Cómo vamos a creer en un sistema que encarga la salvaguarda de nuestros derechos a quien entiende que el comportamiento fraternal entre seres humanos exige pelotas de goma y porrazos en las cabezas de
manifestantes sentados?
Repito mi ruego: no olviden ustedes al personaje de esta fotografía. Se llama Felipe Puig y es el consejero de Interior de la Generalitat de Cataluña. Ya saben ustedes lo que le debemos. Procuren no olvidarlo. Y si alguna vez tienen la mala fortuna de cruzarse con él en la calle, cámbiense de acera, indiquen a sus hijos e hijas que eviten su presencia, que tapen sus oídos cuando él hable, adviertan al vecindario del peligro que corren si él visita nuestro barrio.
Y, por favor, muévanse ustedes, no se queden con los brazos cruzados: civilizadamente, eso sí, pero con toda la insistencia. Tenemos que hacer todo lo posible para sustituir a políticos como este por otros que honren al interés público y sean lo que realmente deberían ser: servidores de los ciudadanos y ciudadanas.
Luis Torrego (Profesor de la Universidad de Valladolid)
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