En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle. Gandhi.


jueves, 11 de agosto de 2011

Las paradojas del hambre. JAVIER GUZMÁN (Director de Veterinarios sin Fronteras)

Tras la reunión de urgencia que tuvo lugar este lunes en la sede de la FAO en Roma ante la grave situación de hambruna en el Cuerno de África, la ONU ha solicitado a los países donantes 1.100 millones de euros.
El ministro francés de Agricultura, Bruno Le Maire, ha anunciado que Francia aportará 100 millones de euros para ayudar al Cuerno de África e invertirá sobre todo “en la agricultura nacional”, ya que cree necesario “ayudar a los países a desarrollar su agricultura” para que puedan asegurar “su propia alimentación”.
Pero paradójicamente, según la publicación de FIAN The Impact of Europe’s Policies and Practices on African Agriculture and Food Security, Francia se encuentra entre los seis países europeos más importantes en cuanto a inversión extranjera directa en agricultura, entre la que está el acaparamiento de tierras. En África hay más de 30 millones de hectáreas en manos extranjeras, y en países como la República Democrática del Congo más del 48% del territorio agrícola está en manos de inversionistas extranjeros, gran parte dedicado a productos de exportación a Europa, agrocombustibles o mera especulación alimentaria. ¿Paradoja o algo más?
Mientras, las organizaciones campesinas africanas claman contra esta nueva realidad devenida de la mercantilización de la alimentación y fundamentalmente contra el poder de las empresas transnacionales. Por eso es que se hace necesario parar este despropósito global y que los Estados de la UE reconozcan sus obligaciones cuando sus empresas actúen fuera de su territorio, para evitar posibles impactos sobre el derecho a la alimentación, y que por supuesto utilice herramientas de control y sanción cuando estos violen este derecho.
Es urgente que la alimentación deje de ser un mero negocio, porque sabemos que las ganancias se cuentan en millones de euros pero las pérdidas en millones de vidas humanas. Las transnacionales no pueden seguir decidiendo qué se produce, qué se come, quién come y quién no.

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