Una nueva escalada mundial de precios de alimentos y productos agrícolas está generando una predecible y gravísima crisis. El examen de las causas conduce de nuevo a políticas erradas de comercio, medio ambiente, finanzas y agricultura que amenazan con una volatilidad de precios más peligrosa en el futuro inmediato. Según la FAO , durante el último año, el aumento mundial de precios de los alimentos superó la oleada de alzas de 2007-2008 para establecer un nuevo récord, reportó el Proyecto Censurado, al desenterrar el artículo de David Moberg “Se endurece el hambre: con una venganza” (Diet Hard: With A Vengeance), publicado en la revista progresista In These Times del 24 de marzo de 2011.
En febrero 2010, el índice de precio de alimentos de la ONU para la Agricultura y la Alimentación subió por octavo mes consecutivo, al nivel más alto desde por lo menos 1990. En consecuencia, desde comienzos de 2010, otros 44 millones de personas se sumaron a los 925 millones que ya sufrían falta de comida. Si continúa la escalada, esta crisis alimentaria elevará los hambrientos a 1.000 millones de personas, con otros 2.000 millones padeciendo “desnutrición oculta” por dietas inadecuadas, en países pobres de África, Asia y América Latina, escribió Moberg.
La privación acortará vidas y afectará mentes jóvenes, golpeando a las poblaciones más vulnerables de países importadores de alimentos y pobres urbanos de ciudades como El Cairo, Túnez y Dacca. En los países subdesarrollados, los pobres destinan a alimentación la mayor parte de su presupuesto doméstico, del 50% al 80%, mientras en EEUU y Europa el término medio es del 10% del ingreso. El alza de los alimentos afecta profundamente los gastos de los pobres en otras necesidades y gravita en los presupuestos ya establecidos por los países pobres que intentan proporcionar ayuda alimentaria a sus ciudadanos.
Algunos de esos pobres urbanos no se han quedado quietos desde que los precios comenzaron a subir otra vez. En estos últimos meses agitaron barras de pan mientras se unían a protestas en Túnez, El Cairo y en otras ciudades. Su padecimiento concreto de hambre urgente de resolver atizó más el gran descontento encendido contra regímenes autoritarios, generando síntomas de revoluciones democráticas, más allá del usual “amotinamiento por comida”.
Malos tiempos, políticas peores
Pero además de esos movimientos por la democracia, el mundo también necesita adoptar un modelo nuevo para que la comida y política agraria prevengan las futuras crisis alimentarias, que parecen altamente probables si continúan las condiciones actuales. La causa básica de la crisis en curso, al igual que hace unos tres años, se debe a políticas equivocadas, no a malas cosechas ni desastres climáticos. (Y es válido observar que gran parte de la intensidad de fenómenos de clima inusuales se explican como resultado del daño ambiental provocado por las políticas energéticas).
El mal tiempo de pesadilla del año pasado gravita en el alza sufrida por los precio de los granos y de los alimentos, de las inundaciones en Sri Lanka, Paquistán y Australia a las sequías que azotaron desde Rusia y Ucrania a la Argentina , y ahora a China. Incluso, si fenómenos naturales comunes, como La Niña en el Pacífico, protagonizaron un papel relevante en la depresión de las cosechas, ahora el calentamiento del planeta ha intensificado esos extremos de mal tiempo y cambia los patrones regionales del clima. Nadie puede culpar al cambio de clima de los acontecimiento, dijo Raj Patel, profesor de la Universidad de Berkley, California, y autor de “Stuffed and Starved” (Ahítos y Hambrientos), pero “ciertamente podemos decir que el cambio de clima es responsable de exacerbar y causar problemas de mal tiempo más severos”.
En octubre, el Comité de FAO sobre Seguridad Alimentario del Mundo concluyó que el cambio de clima afectará en última instancia “al sustento que da la agricultura, a la seguridad alimentaria y a la manera de vivir de mil millones de personas”. Los “desastres hidrológicos” de las últimas décadas han crecido a la tasa del 7,4 por ciento anual, e incluso más rápidamente durante los años recientes. El estudio FAO proyecta que el número de gente afectada, la pérdida de tierra cultivable, la incidencia de parásitos dañinos y en las décadas próximas crecerá rápidamente el peligro del hambre como resultado del cambio de clima y “sufrirán” las cosechas y la productividad animal.
El comité FAO concluyó que el “cambio de clima multiplica las amenazas existentes y… aumenta la vulnerabilidad… la inseguridad alimentaria”, especialmente entre las mujeres y los niños. Irónicamente, todo contribuye al cambio de clima: las prácticas agrícolas industriales, incluyendo los pesticidas y los fertilizantes, la destinación de nuevas tierras para explotacion agrícola y el comercio agrícola global.
Mientras merman las cosechas, la demanda de granos alimenticios aumentó globalmente sólo en el 1,2% el año pasado, incluso a despecho de una población en crecimiento, rentas más altas y cambios de gustos alimentarios en países como China, según el economista Jayati Ghosh, de la Universidad Jawaharlal Nehru. También pudo haber empujado algo el alza de los precios la distracción anual del 40% del maíz de EEUU como combustible biológico, una estrategia insostenible a largo plazo por una variedad de razones.
Pero el factor más gravitante en la crisis en curso no es el crecimiento de la demanda de alimentos, sino la más baja producción. Al mismo tiempo, actualmente el hambre es un resultado de la pobreza y de la desigualdad, no de la escasez de comida, concluyó David Moberg en In These Times.
Fuentes:
“Diet Hard: With A Vengeance,” David Moberg, In These Times, 3/24/11: http://www.inthesetimes.com/article/7112/diet_hard_with_a_vengeance
http://www.mediafreedominternational.org/2011/04/04/global-food-crisis-expands/
Student Researcher: Aluna Soupholphakdy, Sonoma State University
Faculty Evaluator: Professor Peter Phillips, Sonoma State University
*) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno
En febrero 2010, el índice de precio de alimentos de la ONU para la Agricultura y la Alimentación subió por octavo mes consecutivo, al nivel más alto desde por lo menos 1990. En consecuencia, desde comienzos de 2010, otros 44 millones de personas se sumaron a los 925 millones que ya sufrían falta de comida. Si continúa la escalada, esta crisis alimentaria elevará los hambrientos a 1.000 millones de personas, con otros 2.000 millones padeciendo “desnutrición oculta” por dietas inadecuadas, en países pobres de África, Asia y América Latina, escribió Moberg.
La privación acortará vidas y afectará mentes jóvenes, golpeando a las poblaciones más vulnerables de países importadores de alimentos y pobres urbanos de ciudades como El Cairo, Túnez y Dacca. En los países subdesarrollados, los pobres destinan a alimentación la mayor parte de su presupuesto doméstico, del 50% al 80%, mientras en EEUU y Europa el término medio es del 10% del ingreso. El alza de los alimentos afecta profundamente los gastos de los pobres en otras necesidades y gravita en los presupuestos ya establecidos por los países pobres que intentan proporcionar ayuda alimentaria a sus ciudadanos.
Algunos de esos pobres urbanos no se han quedado quietos desde que los precios comenzaron a subir otra vez. En estos últimos meses agitaron barras de pan mientras se unían a protestas en Túnez, El Cairo y en otras ciudades. Su padecimiento concreto de hambre urgente de resolver atizó más el gran descontento encendido contra regímenes autoritarios, generando síntomas de revoluciones democráticas, más allá del usual “amotinamiento por comida”.
Malos tiempos, políticas peores
Pero además de esos movimientos por la democracia, el mundo también necesita adoptar un modelo nuevo para que la comida y política agraria prevengan las futuras crisis alimentarias, que parecen altamente probables si continúan las condiciones actuales. La causa básica de la crisis en curso, al igual que hace unos tres años, se debe a políticas equivocadas, no a malas cosechas ni desastres climáticos. (Y es válido observar que gran parte de la intensidad de fenómenos de clima inusuales se explican como resultado del daño ambiental provocado por las políticas energéticas).
El mal tiempo de pesadilla del año pasado gravita en el alza sufrida por los precio de los granos y de los alimentos, de las inundaciones en Sri Lanka, Paquistán y Australia a las sequías que azotaron desde Rusia y Ucrania a la Argentina , y ahora a China. Incluso, si fenómenos naturales comunes, como La Niña en el Pacífico, protagonizaron un papel relevante en la depresión de las cosechas, ahora el calentamiento del planeta ha intensificado esos extremos de mal tiempo y cambia los patrones regionales del clima. Nadie puede culpar al cambio de clima de los acontecimiento, dijo Raj Patel, profesor de la Universidad de Berkley, California, y autor de “Stuffed and Starved” (Ahítos y Hambrientos), pero “ciertamente podemos decir que el cambio de clima es responsable de exacerbar y causar problemas de mal tiempo más severos”.
En octubre, el Comité de FAO sobre Seguridad Alimentario del Mundo concluyó que el cambio de clima afectará en última instancia “al sustento que da la agricultura, a la seguridad alimentaria y a la manera de vivir de mil millones de personas”. Los “desastres hidrológicos” de las últimas décadas han crecido a la tasa del 7,4 por ciento anual, e incluso más rápidamente durante los años recientes. El estudio FAO proyecta que el número de gente afectada, la pérdida de tierra cultivable, la incidencia de parásitos dañinos y en las décadas próximas crecerá rápidamente el peligro del hambre como resultado del cambio de clima y “sufrirán” las cosechas y la productividad animal.
El comité FAO concluyó que el “cambio de clima multiplica las amenazas existentes y… aumenta la vulnerabilidad… la inseguridad alimentaria”, especialmente entre las mujeres y los niños. Irónicamente, todo contribuye al cambio de clima: las prácticas agrícolas industriales, incluyendo los pesticidas y los fertilizantes, la destinación de nuevas tierras para explotacion agrícola y el comercio agrícola global.
Mientras merman las cosechas, la demanda de granos alimenticios aumentó globalmente sólo en el 1,2% el año pasado, incluso a despecho de una población en crecimiento, rentas más altas y cambios de gustos alimentarios en países como China, según el economista Jayati Ghosh, de la Universidad Jawaharlal Nehru. También pudo haber empujado algo el alza de los precios la distracción anual del 40% del maíz de EEUU como combustible biológico, una estrategia insostenible a largo plazo por una variedad de razones.
Pero el factor más gravitante en la crisis en curso no es el crecimiento de la demanda de alimentos, sino la más baja producción. Al mismo tiempo, actualmente el hambre es un resultado de la pobreza y de la desigualdad, no de la escasez de comida, concluyó David Moberg en In These Times.
Fuentes:
“Diet Hard: With A Vengeance,” David Moberg, In These Times, 3/24/11: http://www.inthesetimes.com/article/7112/diet_hard_with_a_vengeance
http://www.mediafreedominternational.org/2011/04/04/global-food-crisis-expands/
Student Researcher: Aluna Soupholphakdy, Sonoma State University
Faculty Evaluator: Professor Peter Phillips, Sonoma State University
*) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno
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